jueves, 29 de noviembre de 2007

A mis 95 años


A propósito del blog de María Amelia "A mis 95 años"

La sociedad vive deprisa, entre el trabajo, los niños, la casa, los amigos, el ocio..., no queda mucho tiempo para cuidar de los ancianos y lo más sensato parece dejarlos en una residencia para que gente especializada se encargue de ellos.

Cuando vamos de visita (cada vez más esporádicamente) nos reciben con inmensa alegría y presumen ante sus compañeros "mira es mi nieto" o "son mis hijos" y nosotros nos vamos después al cabo de un rato con la sensación de que se han integrado maravillosamente en la residencia, ya tienen sus amigos y parecen felices.

Visto así parece que el problema se ha resuelto muy bien, ya podemos seguir con nuestro vertiginoso ritmo de vida.

Sin embargo basta que una señora a sus 95 años se asome a la ventana de Internet y de repente todos queremos adoptarla como nuestra abuela, contarle nuestras preocupaciones o nuestras alegrías y esperamos que ella nos dedique algo de su tiempo y si de paso nos mima un poco mucho mejor.

A todos nos parecen muy sabios sus consejos, nos alegra que nos cuente sus andanzas de tiempos ya lejanos. No dejamos de ser niños ante ella, nos gusta que esté ahí, nos escuche, nos dedique carantoñas y unas palabritas motivadoras o consoladoras según necesidad.

Osea que reflexionando un poco no rechazamos de plano a los abuelos, sino sólo sus achaques, sus carencias, en fin todo aquello que suponga un poco de esfuerzo de cara a sus cuidados.

Al contrario que ellos que siempre están dispuestos a ayudarnos con las tareas cotidianas, los niños, la casa etc. a pesar de esos achaques y carencias que limitan sus capacidades.

Y que bien nos viene su ayuda, hasta que un día después de llevarse algún que otro disgusto por no estar a la altura, alguien decide que en la residencia estarán muy bien atendidos.

Seguro que a muchos les gustaría tener a los abuelos en Internet o lo que es lo mismo en la distancia, pero eso si, siempre disponible para nuestros momentos bajos o cuando necesitamos una inyección de cariño.

Otra cosa muy distinta es estar disponibles para nuestros abuelos. Pero la vida es cíclica amigos, esto es, un día los abuelos seremos nosotros.

Soy consciente de que no todos los abuelos viven la misma situación (menos mal), los hay que deciden voluntariamente ir a una residencia y verdaderamente son felices, pero no nos engañemos, sólo en el caso de que sean ellos quienes lo deciden. Excluyo lógicamente a ancianos con enfermedades graves que necesitan asistencia permanente.