
Mi pueblo es de estilo medieval, es muy bonito. Está construido en la ladera de un monte, cuentan que en lo más alto hay un castillo, ahora cubierto con un pinar y un poco más allá está el cementerio.
Un poquito más abajo pero todavía en lo alto del pueblo se encuentra la iglesia de estilo románico es del siglo XII, con un amplio atrio desde el que se divisa todo el pueblo y los pueblos vecinos.
Allí en lo más alto sopla fuerte el viento norte (cierzo) y eso hace su clima muy saludable. En invierno época de nevadas y heladas podían verse colgando de los alerones del tejado de las casas unos considerables témpanos de hielo (carámbanos o churros).
Cuando yo era pequeña, de eso hace ya muchos años, las casas no tenían calefacción y la única fuente de calor que había era la cocina de leña, los dormitorios estaban helados y había que utilizar las bolsas o botellas de agua caliente para poder entrar en calor, menos mal que los colchones eran de lana y abrigaban bastante.
La chavalería correteábamos por las calles del pueblo sin dar cuenta del frío, eso si a veces nos salían buenos sabañones que dolían muchísimo. Pero catarros y gripes recuerdo yo pocas, se ve que el cierzo nos hacía fuertes y no recuerdo tomar ninguna medida especial para evitar contagios.
Ahora todo ha cambiado, para mejor supongo, las casas todas están bien protegidas contra el frío y los sabañones, creo que ya ni existen, sin embargo los catarros y gripes atacan con gran virulencia todos los inviernos. Se recomienda a las personas de riesgo vacunarse para prevenir y al resto nos recomiendan tomar medidas higiénicas para no contagiarnos los virus.
Lo último es que cuidemos con los apretones de manos, pues al parecer es el mayor foco de contagio, ya que cuando tosemos nos colocamos la mano delante de la boca y ahí recogemos gran cantidad de virus.
Ya veis, resulta que cuanto más protegidos estamos más vulnerables nos volvemos.
En la foto podeís ver una parte de mi pueblo.